Había
sido una noche larga: la típica noche de olvido. De esas que hay tantas
entre tú y yo... De esas en las que nos reunimos en el bar a tomar
copas: uno hasta olvidar a esa persona que le hizo daño y el otro a
acompañarle...
Me
tocó acompañarte. Habías dejado a tu novia y no sabías muy bien por qué
lo habías hecho... Decías que las dudas se agolpaban en tu mente, que
no sentías lo mismo, que había "otra" que te hacía dudar... Y esa otra
resultaba ser que siempre había estado ahí, pero que nunca se acordaba
de él excepto cuando la dejaban. ¡Qué curioso! Yo, básicamente, me
acordaba de él cuando me dejaban o le dejaban...
Décimo
sexta copa y ya no sabías ni dónde estabas, pero sí lo que había
ocurrido y cada vez que preguntabas "¿dónde estoy?", te reías de que no
conseguías quitarte de la mente a tu "princesita" y su corazoncito roto
sin culpa... Por Dios, era la peor novia que habías tenido en tu vida:
tan repipi e insoportable, con ese falso acento de pija de pacotilla que
jamás he logrado soportar... En fin, por algo solo me acuerdo
de ti solo para las sesiones de copas...
Decidí
sacar mi tema estrella: reírse de la desgracia ajena, al fin y al cabo a
las tres de la mañana solo quedábamos en el bar los desgraciados y sus
acompañantes...
- ¿Ves al de la camisa desabotonada? Ese ha debido perder el trabajo... Parece abogado, ¿no crees?
- Es... es posible. Parece un buen tipo, de los que se toman su trabajo en serio... Pobrecillo, ¿no?
- Sí... –La táctica no estaba funcionando: lo mejor sería sacarle inmediatamente del bar–. ¿Nos vamos ya? Te acompaño a casa...
- ¡Vaaale! Nos vamos ya...
Pagué
la cuantiosa cuenta del bar y me dispuse a llevarle a casa en coche:
aunque viviera a pocas calles, se me iba a estampar contra una farola...
Cuando lleguemos me dio la llave y abrí la puerta principal de la casa.
Me senté en su sofá preferido y vino a reclamarme su propiedad favorita
cuando cayó sobre mí. No pudo evitar troncharse de risa y, la verdad,
es que yo tampoco. Las "risitas tontas" se transformaron en estruendosas
risotadas y cuando estás comenzaron a acallarse, nos
quedamos mirándonos fijamente a los ojos y surgió lo que me empezaba a
temer... Me besó... ¿Cómo se tomaría esto cuando estuviera sobrio? Y,
peor aún, ¿cómo me lo tomaría yo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se acepta spam =)