"Ponte tu mejor disfraz y entra en el carnaval..." O mejor, no te pongas casi nada, ve medio desnudo, créete sexy y sonríe a toda persona que quieras ligarte esta noche, ¿solo un slip rojo y toneladas de purpurina? ¡Claro! ¿Por qué no? Ponte los cuernitos, el rabito y la pajarita: ¡perfecto! Ahora solo queda dejar tan claro, como Enrique en "Tonight, I'm loving you", que esta noche solo buscas diversión y un gustirrinín con un puñado de chicas que van como tú...
Yo
no caeré en la tentación y me libraré solita del mal, pero no seré
monja y me permitiré mirar lo que exhibes, ¿quién me lo prohíbe?
Nadie. Además, ver esos torsos musculosos desnudos lo único que me puede
provocar es… una depresión, por no poder tenerlos, a no ser que solo
sea por una noche. ¿Pensabas que me ibas a provocar un infarto? ¡Ja! Las
ganas tuyas…
Este carnaval me he enamorado, sí: me he enamorado... Me enamoré del
pelo del surfero, del torso musculoso del "bailarina", de los ojos
azules del mimo, de la dulce carita del conejito, de las manos del
escocés, de las piernas del diablillo, del culo del policía, de la nariz
de cuento del príncipe, de la boca sonrosada del angelito y del
estilazo vistiendo del chico del cabaret que no llevaba camiseta...
¿Pido demasiado? Es probable...
En
el gráfico superior podemos ver claramente que las estadísticas dicen
que el 70% de los tíos van semidesnudos en carnaval, lo que quiere decir
que de cada 10 personas disfrazadas siete van casi desnudos, el octavo
va de mujer, el noveno de mimo y el décimo de pirata o cowboy. Como
leen. Podemos sacar una nueva estadística con los disfraces más
solicitados para el carnaval, entre los que los favoritos no son
precisamente los que tienen que ver con el tema del año, porque os puedo
asegurar que relacionados con el tema del carnaval este año en Gran
Canaria, que es el mar, solo vi un grupo de sirenas, uno de piratas y
otro de marineros, los demás eran los que veremos en el gráfico de a
continuación:
Como
podemos ver en el gráfico (elaborado por mi persona), los primeros
puestos se lo llevan los de los torsos al descubierto: en cabeza tenemos
a los bailares de cabaret, con su sombrero su corbata, sus tirantes y
su pantalón amplio, tanto en negro como en blanco; en segundo lugar van
los angelitos, llenos de purpurina y con sus alitas, tanto blancos como
negros también, con su areola dorada y sus slips a juego; les siguen de
cerca los conejitos, con las orejas rosas, negras o blancas, su cuco
rabito y su pantalón o slip del mismo color, para no estar
descombinados. El cuarto lugar se lo llevaron los diablillos, con el
tanga rojo, los cuernitos y el rabito y, como no, ¡la purpurina!
Recuerdo ver vestido así a un niño de unos diez u once años y que tenía
un ritmo bailando que asustaba, ¡qué arte! El quinto se lo ganó con
creces los de fuerzas armadas: CIA, militares, policías, guardias
civiles, etcétera; con sus cuerpos esculpidos, sus gafas de aviador, su
placa, la porra, ¡las esposas!... Estaban para rogarles que te
esposaran, ¡sin lugar a dudas! Aunque ya estos iban más tapados… El
sexto se lo llevan los disfraces variados: los mimos, los piratas, los
“mujeres”, los de “Dragon Ball”, los de “Dora la exploradora”, las
cervezas, las galletas, los vampiros, los “bailarinas”, los punkies, los
cantantes, los de Hulk y un largo etcétera.
La
verdad es que no dejan lugar a la imaginación, son como escaparates
donde te exhiben la mercancía y tú decides si quieres algo de lo que ves
o no. En las chicas sucede lo mismo, pero no quiero tacharlas con
palabras insultantes, tanto ellos como ellas deciden lo que quieren
enseñar y lo que no, aunque parezcan “gigolós”, por denominarlos de
alguna forma…
Todo esto lo vi en unos simples carnavales de pueblo, ya les haré la crítica de los carnavales a gran escala.
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